Carta a una ex-compañera

Hola!:

Estoy leyendo a Feinmann porque creo que entender el Peronismo es entender. O en términos políticos, en la engañosa Argentina tripartita (Peronismo, Anti-Peronismo y la extraña tercera opción, conformada por traidores, ocultadores (que después votan a uno u a otro o en blanco) , radicales, socialistas, etc..) no entederlo es no entender nada.

y me acordé de tu tesis. Específicamente de nuestras charlas (Anarquistas) sobre como el Estado nace para joder.
cito (aunque recomiendo su lectura completa en:
http://www.pagina12.com.ar/especiales/archivo/peronismo_feinmann/CLASE3.pdf
):
MILCÍADES PEÑA, LA
INTERPRETACIÓN BASADA EN
LA LUCHA DE CLASES
PROXIMO
DOMINGO
PRIMERA PARTE
Hacia el primer
gobierno de Perón
Pueblo peronista
y conciencia de clase
La mejor, la más impecable interpretación que
el marxismo argentino ofreció del peronismo sur-
gió de la pluma de Milcíades Peña. Milcíades
nació el 12 de mayo de 1933 y murió, suicidán-
dose, el 29 de diciembre de 1965. Fue un hom-
bre de una inteligencia luminosa. Si, sobre todo,
entendemos inteligencia en tanto rigor para
seguir una teoría y aplicarla. Por medio –y esto es
muy importante– de una escritura ágil, lúcida,
irónica, precisa, rigurosa. Muy tempranamente
descubrí a Milcíades en las viejas ediciones de
Ediciones Fichas, a fines de los años sesenta,
comienzos de los setenta. Uno elige sus conten-
dientes y hay en eso, ciertas veces, una oculta
admiración. Admiré a Peña hasta el plagio. De
hecho, el primer trabajo que publiqué en la revis-
ta Envido –en 1970– se llamó El extraño naciona-
lismo de José Hernández. Había tomado la idea
central de un texto –breve, tendría no más de
una página y media– de Milcíades. Escribí un
trabajo largo, fundamentado por otras fuentes.
Dos cosas me llevaron a no reconocer mi deuda
con él: 1) Mi inexperiencia. O mi joven vanidad:
quería ser original. Me moría por ser original; 2)
El mayor desarrollo que mi trabajo tenía sobre el
tema que ya Peña había tratado. ¿Por qué recono-
cer como fuente una anotación suya casi fugaz?
Grave error. Al salir, mi trabajo fue bien acepta-
do y recogí los reconocimientos que buscaba.
Incluso el de la originalidad. A lo largo de los
años me fueron señalando mi silencio: Peña
había escrito antes que yo sobre las contradiccio-
nes o los fundamentos ideológicos de Martín Fie-
rro y de su autor, Hernández. Esa crítica, sobre
todo, la hizo Horacio Tarcus en un libro que
dedicó a Peña y a Silvio Frondizi y cuya lectura
recomiendo vehementemente. (Nota: Horacio
Tarcus, El marxismo olvidado en la Argentina: Sil-
vio Frondizi y Milcíades Peña, Ediciones El Cielo
por Asalto, 1996. Se verá que Peña jamás fue un
marxista que yo haya olvidado. Incluso suelo
intentar convencer a más de un editor acerca de
la necesariedad de reeditar su obra. Mis alumnos
saben el respeto con que lo trato en clase. Incluso
este año –sin saber yo que estaba presente– me lo
agradeció, al final de una larga exposición de
Masas, caudillos y elites, su hijo Milcíades.) Aclaro
que, en ese libro, Tarcus ataca duramente mi
libro Filosofía y nación. Defiende a su biografia-
do. No importa si tiene o no razón. Quiero seña-
lar otra cosa: si yo discutí con Peña en ese tem-
prano ensayo (Filosofía y nación) fue porque lo
admiraba. No me hubiera medido con otro.
Hoy, tantos años después, lo elijo para ejemplicar
una perfecta interpretación marxista del peronis-
mo. Habrá acuerdos o desacuerdos, pero es el
primer texto del que me ocupo. Está lleno de
libros que diversos periodistas han escrito o escri-
ben sobre el peronismo. Ninguno araña el rigor
de Peña. Nada más saludable que encontrar
alguien sólido con quien discutir. Eso fue y es
Peña para mí: un contrincante de lujo. Y muchas
veces un aliado.
Peña –en el citado Masas, caudillos y elites– ini-
cia su análisis del peronismo en el capítulo Un
coronel sindicalista. Perón, dice, ha venido a ter-
minar con la lucha de clases. El Estado habrá de
IV Domingo 9 de diciembre de 2007
tutelar ese enfrentamiento y conciliará a obreros
y patrones. La lucha de clases, escribe, no se deja-
rá abolir. Pero, de esa lucha, habrá de aprove-
charse el “coronel sindicalista”. Señala el carácter
virginal del nuevo proletariado. De los migrantes
que llegaban intocados a la gran urbe. Sobre ellos
habrá de construir Perón su liderazgo. “La mayor
parte del nuevo proletariado (anota), de los traba-
jadores de origen rural recién ingresados a la
industria, permanecía fuera de los sindicatos y era
campo virgen para el proselitismo de los sindica-
listas peronistas” (Masas, caudillos y elites, Edicio-
nes Fichas, Buenos Aires, 1971, p. 61). Pero
resulta apresurado hablar de “sindicalistas pero-
nistas”. Quien mantiene, desde la Secretaría de
Trabajo y Previsión, un diálogo directo, abierto,
con los migrantes es el propio Perón, cuya estruc-
tura, hasta el momento, es sólo la que le aseguró
su pertenencia al GOU. Peña, a renglón seguido,
lo reconoce: “Desde las oficinas de la Secretaría
de Trabajo y Previsión se fue estructurando así
una nueva organización sindical que culminaría
en la CGT del período 1946-1955 y cuya prime-
ra y fundamental característica era depender en
todo sentido del Estado que le había dado vida”
(Ibid., p. 61). El proceso es simultáneo: Perón
forma su organización sindical en la medida en
que atrae a quienes conforman el nuevo sujeto
político, los migrantes. Acude a viejos sindicalistas
de todo origen. Pero el sindicalismo peronista no
estaba “esperando” a los migrantes. Se forma con
ellos, se nutre de ellos. El proyecto es uno. Es
paralelo. Perón capta al sujeto desde la Secretaría
de Trabajo y, una vez realizada esta tarea o para
completarla, para darle forma, encuadra al Sujeto
en un sindicalismo que él, Perón, controla y
habrá de controlar desde el Estado. Un Estado
–señalemos ya esto– que la nueva clase obrera
jamás dejará de ver, sentir o interpretar como su
Estado, el Estado que habrá de darle trabajo,
derechos, el Estado que habrá de estar ahí sobre
todo y ante todo para beneficiarla. Claramente:
desde el inicio la clase obrera peronista ve al Esta-
do de Perón como su Estado benefactor. Sin
haber leído a Keynes.
Saludos!

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